¿Qué es un texto?

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¿QUÉ ES UN TEXTO?

Al menos aparentemente, podríamos decir que nos encontramos frente una pregunta de menor complejidad o ante un asunto de menor importancia. No obstante, cabe decir que, más allá de la imagen de sin sentido que pueda generarnos esta interrogante, se sabe que ha sido ampliamente analizada por la ciencia lingüística y ha suscitado numerosas reflexiones donde, sin duda, surge la controversia y el debate. Si queremos encontrar una salida fácil a nuestra interrogante, podríamos tomar un diccionario y encontrarnos con una definición cómoda y práctica para saber lo que un texto es. Teniendo en mano nuestro diccionario podemos escoger una o dos de entre tantas definiciones: 1).- El texto es cualquier escrito o documento 2).- Enunciado o conjunto de enunciados orales o escritos.

Recurrir y bastarse con la respuesta de un diccionario evita problematizar hasta cierto nivel la noción de «texto», ayudando, desde luego, a concebirla con meros fines prácticos. Es evidente que no necesitamos un conocimiento más profundo del que nos puede otorgar el diccionario para comprender esencialmente lo que un texto es. A decir verdad, creamos e interpretamos textos todo el tiempo en nuestro día a día; incluso, sabemos a lo que se refiere el término sin haber abierto jamás un diccionario para comprobar su significado. Esto es, logramos convivir con el término en todo momento sin traspasar la función que se le otorga en la cotidianidad de su utilización; es más, somos capaces de dotarle una significación universal; lo suficientemente precisa como para responder a las necesidades y exigencias de la vida diaria.

A pesar de que un diccionario brinda la necesidad práctica del término, su empleo es demasiado vago como para atender al significado problemático que la envuelve. La pregunta del presente título es de complejidad e importancia tal que, el lingüista Teun van Dijk, dedicó toda una obra de enfoque interdisciplinario a la que llamo La Ciencia del Texto.

Los intentos de solución al presente problema -suponiendo de antemano que hay tanto un auténtico problema como solución- han sido variados. Por ejemplo, hay lingüistas para lo que “un párrafo es un texto”. Sin embargo, esta definición sinonímica y reduccionista de párrafo a texto sigue siendo insuficiente o poco precisa. Hay que tomar en cuenta que la unidad de significado en cada una de las partes del texto (enunciados) no puede prescindir del significado de lo que el texto es en su suma o totalidad (visión holística del texto). Dicho de otro modo, la equivalencia entre texto y párrafo es limitada; pues, no da razón de la organización de elementos significativos particulares que coincide con lo que se conoce como unidad textual superior o supraoracional.

¿Qué se entiende por unidad textual? las unidades textuales o supraoracionales se distinguen por ser autónomas semánticamente. A grandes rasgos, distinguimos 3 tipos de unidad textual jerárquicamente (de mínima a superior), a saber: Enunciado: como la unidad más simple o mínima de un texto con autonomía semántica. Párrafo o parágrafo: como unidad intermedia y que conforma los textos. Un párrafo también puede definirse como un conjunto de enunciados relacionados semánticamente. Texto: como unidad superior.

Una unidad textual superior es un todo unitario; dicho en otros términos, una unidad donde todas las partes del texto se reconocen o se reúnen entre sí para formar una unidad que da sentido general al texto (visión holística del texto). Un texto se compone o se clasifica tanto de a) sus significados particulares que le conforman, b) como de su unidad textual superior que vendría siendo el resultado formado por la suma de los significados de sus partes; esto es, el resultado de relaciones internas y particulares que forman un significado general o global.

No negamos que un párrafo sea un texto, lo que se niega es que un texto sea definible como párrafo. Y, aunque el párrafo sea un tipo de texto, no podría ser la definición del texto mismo. Es más, se puede aplicar la misma definición sinonímica en un simple enunciado. Un enunciado también es un texto por la autonomía semántica (véase unidad textual más simple). Por ejemplo: el enunciado “2+ 2 = 4” es un texto, de la misma manera en la que un número telefónico también lo es. Tanto enunciado como párrafo son textos, mas no pueden ser la definición sinonímica de texto. Por lo tanto, no hay definición de equivalencia; sea párrafo o enunciado, ninguna puede responder a la naturaleza de lo que el texto es.Tomemos una de las definiciones que encontramos en el diccionario: el texto es cualquier escrito. Veamos: un escrito puede estar conformado de párrafos y sabemos que estos a s u vez de enunciados. Un enunciado a su vez tiene como conjunto extensional palabras.

Las palabras a su vez contienen letras, signos o grafías. Podemos decir que la unidad más simple de un texto es un signo, una grafía o una letra, pero que por sí sola no merece el nombre de texto; pues, carece de autonomía semántica o de unidad textual mínima; que sí tiene, por ejemplo, el enunciado. La letra ‘H’ impresa en una hoja carente de intencionalidad comunicativa no puede ser un texto, aunque sí sea un escrito. Luego, se deduce: “no todo escrito es un texto”. En efecto, una letra es un escrito, mas no necesariamente es un texto. Concluimos entonces que no todo escrito es un texto; y, además, que el texto necesita de una capacidad comunicativa para ser texto.

¿Qué hace que un escrito sea o no sea un texto ? bueno, depende de muchos factores comunicativos. Un factor relevante es el fenómeno contextual. La letra ‘H’ puede ser o no ser un texto según el contexto en que se emite. Por ejemplo, si se trata de una grafía impresa en una hoja carente de intencionalidad comunicativa o como un texto inacabado, es obvio que desconfiaríamos en llamarla texto; pues, haría falta la completud de otras grafías hasta lograr una unidad textual con autonomía semántica; esto es, con un significado semántico propio, autónomo. Por contra, la misma letra ‘H’ escrita en otro contexto; digamos, en la puerta de un baño para indicar el servicio a los varones, jugaría un papel textual. Y el dato curioso es que la grafía ‘H’ pasa de ser un mero escrito a un enunciado autónomo, deviene una unidad textual simple. La letra ‘H’ puede ser texto por su capacidad comunicativa en cierto contexto. La conversión de unidad textual u autonomía semántica se da gracias al marco contextual o intencionalidad del escrito. Otro dato curioso, y el que suele pasarse por alto: un texto puede ser tanto oral como escrito. A diferencia de lo que comúnmente se cree, un texto no necesariamente debe ser escrito para considerarse como tal. Un saludo oral como “hola” juega el rol de texto. Si el saludo no se pronuncia o no se escucha lo suficientemente claro, como en el caso de un extranjero que no domina perfectamente el idioma, dependerá de si cumple su función comunicativa para declararse como texto. Tiene que haber tanto mensaje como receptor.

Es considerado texto si el mensaje del extranjero fue recibido independientemente de la dificultad de la comprensión por parte del destinatario, ya que se ha cumplido la función u objetivo comunicativo. Por tanto, el texto no tiene que ver sólo con el mensaje emitido, sino también con la recepción de aquél; y éste, puede ser tanto oral como escrito. Como bien podemos observar la definición del diccionario parece limitada. Hay factores como lo son el contexto, la intencionalidad comunicativa, la receptividad del mensaje, que son cruciales en la formación de textos y que sin embargo no aparecen en la definición. Para que un texto pueda ser comunicado necesita ser comprendido. Si un párrafo o enunciado carece de sentido por falta de coherencia o cohesión, no podrá ser comunicado; y por ende, no podrá ser comprendido como texto. Coherencia y cohesión son los elementos fundamentales de un texto para su comprensión. La cohesión tiene que ver con la manera de relacionar y unir palabras, oraciones, párrafos, etc., del texto. Mientras que la coherencia tiene que ver con el sentido lógico en el transmitir del texto. La coherencia es un estructurado que permite concebir el texto como una entidad semánticamente unitaria. Coherencia y cohesión dan sentido al texto.

Un enunciado que tiene sentido (cohesión y coherencia) por sí sólo puede no tenerlo en relación con otros enunciados en un mismo escrito. Un enunciado puede ser considerado texto de forma aislada, mientras que el mismo enunciado dentro de un escrito o en relación a otros enunciados ya no puede reconocerse como tal; y esto a causa de la cohesión o la coherencia faltante en el escrito, lo que también se le conoce como texto mal construido. Un texto mal construido es un escrito donde la relación de sus elementos particulares no logran producir un significado unitario que de sentido al escrito completo. Por consiguiente, sin cohesión ni coherencia no es posible dar sentido unitario a un escrito.

La definición de «texto» puede tornarse más clara parafraseando al lingüista alemán Harald Weinrich: “dentro de ese libro, que como un todo podemos decir de él que es un texto, puede reconocerse y diferenciarse diversos textos parciales, también esos textos parciales pueden llamarse textos. En este sentido entiendo yo en lo sucesivo el concepto de texto.” A pesar de esta nueva propuesta atractiva de H. Weinrich que, desde luego, va mucho más allá de la definición de párrafo o de mero escrito, no es del todo convincente. La distinción entre textos generales y textos parciales también es confusa e insuficiente. De hecho, de la misma manera en que la definición del diccionario nos puede apartar del problema aparentemente, está caracterización puede ser práctica, pero no es lo suficientemente brillante. Basta con preguntarnos: ¿hasta qué punto límite un texto puede dividirse hasta dejar de serlo? ¿Cuál es ese punto exacto en el que el texto deja de serlo y por qué? Si queremos conocer la naturaleza de lo que un texto es, menester sería atender las inquietudes anteriores. Hay que tener en claro que el problema está muy lejos de ser resuelto con esta nueva iniciativa.

Según el lingüista Teun van Dijk, creador de la Ciencia del Texto, “un texto se organiza en torno a un asunto al que hacen referencia todas las informaciones contenidas en las oraciones del texto. Podemos designar y describir un texto indicando el tema global al que se refiere y especificando el tipo de estructura interna que se desarrolla.” Bajo el criterio de texto de Van Dijk, el cierre temático es condición necesaria de la textualidad; es decir, en un texto hay un tema común al cuerpo completo del escrito, aunque también hay sentidos particulares que corresponden a su vez con toda la unidad textual. Esta nueva definición es mucho más brillante y rescata lo que ignoraron las anteriores definiciones. La nueva iniciativa hace hincapié en el asunto unitario (tema) del cuerpo completo del texto, pero sin descuidar su parte interna. Aquí un texto ya no está compuesto sólo por: significados particulares y unidad textual superior, sino que además tiene un asunto que lo engloba todo y da sentido a todo el texto. Hay un tema al que hace referencia todo lo contenido en el texto, lo que también hace que el texto sea comprensible y tenga sentido para el destinatario. La ausencia de este cuerpo global sería la divagación continua que condena a un texto al sin sentido, pues se hablaría de todo y de nada.

La definición anterior es mucho más perspicua. Empero, y como suele suceer, ante nuevas soluciones aparecen nuevos obstáculos. Si tomamos como absolutamente cierta esta última definición, las conversaciones inacabadas no podrían valorarse como textos, ya que carecen de lo completo del cuerpo textual; es decir, carecen de un tema a causa de su indeterminación para englobarlas en una unidad. Piénsese en una llamada telefónica que se corta a media comunicación y cuyo tema global no lograba todavía determinarse o definirse. Ahora bien, si no son textos las conversaciones inacabadas, ¿qué cosa serían, o cómo podríamos ajustar la definición para incluir este nuevo tipo de textos que ya no caben tan nítidamente en la nueva definición? Está claro que los elementos internos y particulares de la conversación inacabada serían textos, mas no se puede decir lo mismo de la totalidad de la conversación inconclusa. Además, ¿ con qué criterio de verdad podríamos legitimar cuando un texto es inacabado o acabado ? Es evidente el papel del sentido común en este tipo de valoraciones, y el sentido común está ya en el dominio de la subjetividad. Con la pregunta anterior entramos ya en el terreno de la perspectiva y la subjetividad, comenzamos por alejamos del objeto (texto) y nos acercamos al sujeto (lector u oyente).

El problema de lo que es un texto ya no tiene que ver tanto con el objeto texto sino con el sujeto, con la interpretación de éste en aquél. Nos guste o no, debemos admitir que la subjetividad juega un papel preponderante en la concepción de lo que un texto es. Prueba de ello es que para que un texto sea texto no sólo debe cumplir con los requisitos comunicativos ya manifiestos, sino que además debe ser comprendido.

Puede darse el caso de que un texto contenga todos los requisitos para considerársele texto y aun así no logré comprenderse el mensaje transmitido, y por tanto, no lograría el estatus de texto. Es necesario tener en cuenta que la comprensión del texto no sólo depende del objeto (texto), sino del sujeto que la recibe. El sujeto también necesita requisitos, ya no de emisión, sino receptivos. Además del sentido común relativo a cada individuo, el sujeto debe ser capaz de comprender el idioma del texto, contar con los órganos o sentidos de la percepción, lograr familiaridad del contexto e intencionalidad del autor, así como estar dotado de otras facultades cognitivas e interpretativas para el entendimiento del mensaje transmitido.

El sujeto hace del objeto escrito un texto, pero el texto a su vez tiene algo de texto que permite que el sujeto lo pueda convertir en aquél. Si el texto no tuviera ninguna propiedad textual: intencionalidad, contexto, capacidad comunicativa, cohesión, coherencia, global, etc., tema sería imposible que el sujeto pudiera cosificar nuestro objeto en texto. El texto resulta texto para un sujeto en la medida en la que aquél contiene las propiedades necesarias para que el sujeto pueda construirlo. Pero además se necesitan de propiedades receptivas y no sólo de expedición. Hay una reciprocidad ontológica entre sujeto y objeto, una relación mutua entretejida. El texto es el reflejo de una interacción entre sujeto-objeto, y su entidad depende enteramente de ambas esferas. Parece que la definición dada por Van Dijk no toma en cuenta el elemento de sentido o de comprensión del texto por parte del sujeto. La definición dada por Van Dijk señala estructuras o exigencias que tiene que tener el objeto para ser considerado texto, pero descuida el interprete o destinatario quien juega una pieza necesaria para que el texto sea comprendido como texto. Wolfgang Raible, lingüista alemán, hace mayor énfasis en la receptividad. Él enfoca su atención en el sentido que debe tener un escrito cualquiera para que pueda ganarse el estatus de texto. Hay algo diferente en su visión de lo que el texto es. Él habla, a mi parecer, de un sentido muy distinto. No lo menciona explícitamente, y quizá el autor ni tomó en cuenta esta diferencia, pero el sentido del que habla me parece más bien una cualidad receptiva debido a lo subjetivo de su planteamiento. Como lo hemos visto, el texto adquiere sentido a causa de la cohesión y la coherencia contenida en el escrito, pero todo ello desde un sentido no-receptivo, como orientado o enfocado a las exigencias que debe llevar un objeto texto para ser texto. Pero Raible menciona dos nuevos elementos que parecen más bien receptivos que por transmisión: caos y orden. Para él un texto tiene tanto el elemento sorpresa como el de la previsión o monotonía. Un texto debe ser lo suficientemente caótico para comunicar algo, es decir, debe tener algo de impredecible. Pero también un texto debe ser lo suficientemente ordenado para que no se pierda el sentido de lo que se intenta transmitir. Un exceso de caos volvería incomprensible el texto, pues no seguiría ni secuencia ni historia; así como un exceso de monotonía no lograría transmitirnos ninguna información o mensaje.

El autor compara el texto con la música: ¿ una melodía absolutamente monótona, con un solo sonido musical que se repite en serie sin ninguna variación puede considerarse música?, ¿una melodía caótica,sin ninguna secuencia u orden podría ser música? Cierto equilibrio entre ambos elementos forman un texto. Pero el equilibrio también es una cuestión de perspectiva y subjetividad, no depende enteramente del objeto (texto), sino del sujeto receptor que la interpreta. No podemos legitimar de forma precisa el límite de lo monótono o lo caótico en el texto sin recurrir a la perspectiva del propio sujeto; o sea, no se trata de algo medible que pueda determinarse con objetividad, pero tampoco de algo absolutamente arbitrario. A mi parecer estamos ante un fenómeno intersubjetivo, que contiene tanto elementos de objetividad como de subjetividad.

Separar tajantemente la esfera del sujeto y del objeto me parece una labor inútil. Sujeto/ objeto están tan entre-mezclados que se vuelve imposible separar su co-determinación. Proyección y recepción son dos caras de la misma moneda. Ambas esferas colaboran en la concepción de lo que un texto es. Está claro entonces que no podemos aislar el papel del sujeto receptor en la definición de texto.Parece que ninguna de las definiciones trabajadas fue lo suficientemente brillante pararesponder a la complejidad del término.

Si este escrito sólo lo entendiera yo, ¿sería un texto ? En caso afirmativo, si dejo de existir, ¿ este texto sigue siendo un texto ? Este pitorreo de preguntas sólo demuestran una cosa y es la conclusión: el carácter subjetivo del problema y el peso del sujeto receptor en la definición de texto. Intentar sacar al sujeto de la definición de texto es tan ingenuo como relativizar el problema eliminando toda objetividad.