Con la entrada de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos de América, regresó el fantasma del compromiso desigual que representó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), y es que en dicho tratado nunca se vio realmente favorecido el pequeño productor del campo.
Ante la amenaza de cancelar dicho tratado, se inundaron las redes sociales con noticias de que a algunos productores se les impidió el paso para la exportación a los Estados Unidos, (noticia que no tuvo confirmación oficial), y en las mismas redes se dieron muestras de solidaridad para comprar directamente a estos productores.
Hasta aquí todo parece una respuesta acertada como mexicanos ante lo que (al menos en rumores) sucedía. Pero también tuvimos noticas no gratas, sobre todo de algunos que ante “el rio revuelto” trataron de aprovechar la buena voluntad mostrada.
Algunas personas comenzaron a publicar que por diversos puntos se estacionarían camiones con productos, que supuestamente se habían rechazado en las fronteras y que se venderían a precios menores. Lamentablemente la compra de estos productos no favorece de manera directa a los pequeños productores.
Debemos conocer que existen al menos dos formas de producción en el campo, la primera es la agroindustria, que produce alimentos en grandes cantidades y que pertenecen a fuertes grupos de inversionistas o a un empresario en particular; la otra manera es la pequeña producción, que por definición produce en menores cantidades y que se diversifica en un número mayor de campesinos.
Mientras la agroindustria suele tener extensas superficies de tierra, el pequeño productor tiene entre una y cinco hectáreas que por lo general han estado en manos de la familia por generaciones.
Otra diferencia importante es que la producción a escala industrial en el campo, hace un uso intensivo de químicos que les ayuda a combatir plagas y mejorar las condiciones de producción de sus cultivos, para lo cual se requiere grandes inversiones que solo es posible pagar con una venta de gran volumen, mientras que el pequeño productor hace poco o nulo uso de estos químicos con lo cual disminuye el costo de producción y tiene mayores posibilidades de conseguir precios adecuados para su subsistencia.
El consumidor final posiblemente no notaría estas diferencias a simple vista, pero el costo en salud es abismal cuando dimensionamos que muchos de estos químicos van a parar a nuestra mesa en los alimentos preparados, por otra parte, el dinero que pagamos por los productos irán a unas pocas manos de empresarios o a un número mayor de familias campesinas, de acuerdo a la opción de compra que elegimos.
En definitiva, comprar producción agrícola de nuestro país nos ayuda, ¿pero si solo compramos a la agroindustria qué hacemos con nuestros campesinos?
Tenemos varias posibilidades para beneficiarnos de manera mutua en salud y economía entre pequeños productores y consumidores, algunas de ellas pueden ser:
- Informarnos sobre el origen de los productos que consumimos.
- Preguntarnos a quién beneficiamos con nuestra compra.
- Conocer el impacto ambiental y en la salud que provoca el uso extensivo de agroquímicos.
- Generar y aprovechar circuitos cortos de comercialización, es decir relaciones comerciales directas en donde se disminuyan los intermediarios.
- Unirnos a grupos organizados para comprar directo a pequeños productores y entablar relaciones cercanas en la medida de lo posible y no solo a nivel comercial.
Existen ya algunas opciones de consumidores organizados en una relación directa con pequeños productores, muchas de éstas se pueden encontrar en la red y otras tantas en ferias y eventos enfocados en la promoción de pequeños productores.
Quizás algunas de estas opciones te puedan dar pistas para iniciar:
http://tianguisorganicos.org.mx/
http://cooperativaconsumomilpa.org/
https://www.facebook.com/COMPASGUADALAJARA/
https://www.facebook.com/MercaditoFlordeLuna/?fref=ts
https://www.facebook.com/profile.php?id=100008428470184&fref=ts
Las anteriores son solo algunos ejemplos, pero otra buena iniciativa puede ser preguntar en las escuelas de agronomía cercanas a donde vives, hablar con amigos y familiares que vivan en zonas rurales o hacer tu propia búsqueda preguntando directamente en los lugares que acostumbras comprar, seguro aprenderás mucho más acerca de lo que comes y de a donde van a parar los beneficios de tu compra.
Ya iniciamos a preguntarnos qué hacer con lo que se produce en México, vamos ahora a ocuparnos de lo que hacemos por nuestros campesinos.