Madre de alacrán, ¿mito o realidad?

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Jonathan entró a la mutual de San Ignacio, lugar donde les doy asesorías del INEA, con una sonrisa de triunfo. Después de un cordial saludo y unos minutos de plática me enseñó lo que tenía en su mano derecha envuelto en un papel. Y exclamó: ¡mira lo que maté y yo solito, en serio nadie me ayudó! Me estaba preparando para venirme a clases y cuando iba agarrar mis cosas vi que encima de mi bolsa estaba la madre de alacrán y la maté. Me quería picar con esas cosas que tiene adelante las movía para atacarme.

Debo confesar que me dio gusto ver un solifugae, pues hace mucho tiempo que no veía uno, pero me entristeció verlo muerto. Al ver la expresión de mi rostro y conforme a mi reacción, Jonathan me dijo: ¿Por qué haces esa cara, era una madre de alacrán? Mi madrina me dijo que las madres de alacrán no tienen cola. Le comenté que no era alacrán, entonces me preguntó ¿Qué era eso? ¿Cómo sabía que no era un alacrán? ¿Y por qué lo comenzó a atacar?

Todas esas preguntas que le surgieron a Jonathan me hicieron darme cuenta que es necesario difundir el conocimiento correcto. Para que no por su apariencia creamos que son animales venenosos y los matemos. En ese momento me puse a explicarle; y ahora, con detalle les hablaré un poco de estos maravillosos artrópodos.

Los solifugae o también llamados los escorpiones del sol, son arácnidos que encontramos en climas tropicales o climas secos. El cuerpo del solifugae puede tener de 2 a 3 cm de longitud y a menudo esta constreñido, lo que da a estos animales apariencia feroz, pero lo cierto es que son inofensivos ya que no poseen glándulas venenosas, son pequeños, de movimientos rápidos y depredadores de animales más pequeños.

Su color es café amarillento, con 4 pares de patas ya que las primeras son pedipalpos que utiliza como órgano táctil. En el último par de patas tiene 5 pequeñas protuberancias que utiliza como órganos sensoriales, existen 800 especies (Zoología de invertebrados, J. A. de la Fuente, 1994, Editorial Interamericana Mc Grawhill).

Con lo antes descrito podemos decir que no son alacranes, pero vamos a revisar una comparación más detallada.

Como podemos ver la figura A2 el solifugae tiene un abdomen corto y ovalado en

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comparación con los escorpiones (figura A1) que tiene un postabdomen  que termina con un aguijón donde se concentra el veneno.

Tal vez nos puede incomodar su apariencia, pero los solifugae son inofensivos. La experiencia de Jonathan me hizo recordar lo que mi abuela nos decía, que una madre de alacrán no picaba porque no tenían cola, cuando veíamos una le hablábamos y ella muy sabiamente la tomaba con una palita y la llevaba al jardín, porque decía que eran inofensivas.

Creo que es importante no generalizar. Ciertamente no tendremos una guía para estar descifrando si son animales venenosos o no, pero generalmente ningún animal ataca al ser humano a menos que se sienta amenazado por nosotros. Todos ellos son piezas claves de las cadenas alimenticias y controladores biológicos, como estos solifugae comen arañas, avispas y hasta alacranes, pero los hemos ido exterminando y nos hemos acostumbrado a utilizar químicos para terminar con plagas, y a su vez estos químicos nos dañan a nosotros y a nuestro planeta.

Por lo tanto, no son madres de alacrán pues son otra especie muy diferente, tienen un parentesco y es por ello que los podemos confundir; con sus órganos sensoriales se pueden dar cuenta de la presencia de otros organismos y es por ello que levantan sus pedipalpos para que los veamos amenazadores e imponentes (es una estrategia de supervivencia, las arañas también lo hacen). Pero lo menos que quieren es atacarnos porque gastarían su energía que es vital para ellos y los dejaría vulnerables.

Espero que esta información les sea de utilidad y si llegan a ver algunos de estos artrópodos, no lo maten solo déjenlos en un lugar donde halla vegetación.

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Licenciada en Biología, por la Universidad de Guadalajara. Disfruta de la naturaleza. Actualmente se ha interesado por aspectos ambientales, sobre todo lo que implique la conservación de especies en peligro de extinción (en particular la tortuga marina). Ya que considera que la "Tierra no es herencia de nuestros padres, si no un préstamo a nuestros hijos" por lo tanto es nuestra responsabilidad cuidarla.